En los centros sanitarios es donde comienza todo. Los residuos patológicos se colocan en bolsas rojas que son depositadas en un cuarto especialmente adecuado con pisos, paredes de cerámico y una luz violeta para evitar moscas. A esas bolsas se las coloca en cajas, que están identificadas como que transportan residuos patológicos y que están hechas de un cartón especial, que tiene un grosor doble y es totalmente impermeable, para evitar cualquier tipo de derrames. Allí los recoge un vehículo especialmente adaptado.
Los camiones que transportan estos elementos deben tener la cartelería que los señala como transportadores de desechos tóxicos, la cabina debe estar separada del chasis y debe tener una habilitación especial para circular llevando este tipo de productos. Una vez que llegan al hospital, los trabajadores, que deben utilizar guantes especiales, máscaras, antiparras, botines y barbijos, cargan las cajas con la información de la institución a la que pertenece y la llevan hasta el basurero del Borbollón, en Las Heras.
En el basurero se pesa la carga y se cuentan las cajas que llegaron, para saber si son las mismas que salieron y se trasladan hasta un lugar especial dentro del basurero del Borbollón. Allí, si bien no se los trata, si se los encapsula en unas celdas especiales de seguridad para que no se filtre nada y luego se las lleva hasta un vertedero donde son arrojados y enterrados. Todo este proceso es el que pretenden modificar con la construcción de la planta de tratamiento en Capdeville, Las Heras.