La presencia de restos plásticos es cada vez más común, desagradable y preocupante en todos los rincones de la Tierra.
La civilización del petróleo ha generado el más espectacular y sostenido crecimiento económico de la historia humana, ha abastecido a la producción de energía barata y ha promovido la aparición de industrias conexas como la petroquímica, que cambió los usos y consumos de la humanidad.
Sin embargo, una de sus consecuencias es la plastificación de la vida diaria y la generación cotidiana de montañas de residuos de ese origen que, en parte son reciclables, pero en gran medida se dispersan en el medio ambiente.
Como se sabe, la mayor parte del planeta tierra está constituida por el agua de los mares y, respecto de ellos, la semana pasada hubo malas noticias. La revista Science, una de las más prestigiosas del mundo científico, publicó una apabullante investigación sobre el nivel de contaminación de éstos. En rigor, si bien todos los océanos -por no hablar de los ríos- tienen algún grado de afectación a causa de las actividades y consumos humanos, los mares del hemisferio norte son los más perjudicados. La razón es sencilla, allí se encuentran implantadas las sociedades más ricas y, por consiguiente los mayores consumos y el más intenso intercambio comercial por barco.
Las consecuencias son múltiples, pero cabe hacer notar la progresiva reducción de los recursos pesqueros, ya que la fauna ictícola es cada vez más afectada por el creciente tráfico comercial, lo que es directamente proporcional a la mayor liberación de detritos y a la mayor tasa de daños físicos ocasionados por el desplazamiento de los buques.
Las aguas más afectadas incluyen extensas áreas del mar del Norte, los mares de China y Japón, el Caribe y la costa este de los EE.UU., los mares Mediterráneo, Rojo y de Bering, el Golfo Pérsico y grandes zonas del Pacífico norte.
Precisamente, en esta última área, al oeste de la costa norteamericana de California, encima del archipiélago de Hawai, y al este de Japón, investigadores han localizado recientemente dos enormes plataformas integradas por residuos plásticos, dos manchas semisólidas compuestas por unos cien millones de toneladas de materiales sintéticos (que incluyen innumerables bolsas plásticas, restos de naufragios, kayacs y pelotas de distinto tipo).
Estas gigantescas "sopas" plásticas, acumuladas por efecto de las corrientes marinas y estabilizadas por la escasez de vientos y la existencia de sistemas de alta presión en ese sector del océano, exhiben dimensiones alucinantes. Tanto es así que sus superficies sumadas duplican a la de los Estados Unidos de Norteamérica y tienen una profundidad promedio de diez metros.
En suma, la combinación de estas dos informaciones conocidas en los últimos diez días es muy intraquilizadora y muestra con crudeza los costos indirectos del crecimiento mundial y los globalizados hábitos de consumo. En efecto, las consecuencias ocultas de la civilización del petróleo empiezan a quedar al desnudo, en tanto aumentan los pasivos medioambientales. Falta saber quiénes y cómo los pasarán.