¿A quién se le ocurre recorrer un basural?
Esa es la pregunta que se hacen muchos padres cuando desde la escuela a la que concurren sus hijos les anuncian que realizarán una visita guiada al relleno sanitario.
Sin embargo, que chicos de todas las edades puedan recorrer sin peligros el espacio al que llegan unas 500 toneladas de residuos por día es una costumbre mucho más habitual de lo que se conoce.
«La visita acarrea muchos prejuicios por parte de los papás, incluso algunos no permiten que sus chicos visiten el espacio. La gente todavía se imagina que este lugar es como el ex basural Belisario Roldán, pero están equivocados», explicó Julio Reyes, del departamento de Saneamiento Ambiental de la comuna y encargado de organizar las visitas institucionales.
El relleno se puede recorrer desde 1992, fecha en la que fue oficialmente inaugurado, pero en los últimos años la curiosidad sobre el lugar fue en aumento.
Se reciben 3 o 4 visitas al mes, que generalmente se hacen los miércoles. Incluso, a raíz de la cantidad de interesados, a principios de 2011 se inauguró una sala de audiovisuales, que incluye una maqueta a escala de los diferentes sectores y videos sobre el tratamiento que se le da a los residuos de gran parte de Bahía Blanca.
«Vienen muchos jardines de infantes, escuelas primarias o secundarias, e incluso muchos estudiantes de la tecnicatura ambiental, que realizan la tesis final en el espacio» contó Reyes.
Una de las instituciones que recientemente recorrió el lugar es el jardín de infantes Nº 916, del barrio Palihue. Claudia Piñero, docente de la sala de 5 años, aseguró que la visita surgió a raíz de las actividades que se hacen para inculcar a los chicos el cuidado del medioambiente.
«Yo tuve una visita anterior, que me pareció muy interesante. Por eso, como los chicos desconocían adónde va la basura que tiran, me comuniqué nuevamente con Saneamiento Ambiental para volver con dos salas de 5 años», dijo la docente.
«Es un lugar muy seguro. Además, durante la visita los chicos no se acercan a los residuos. Yo convoqué a una reunión de padres para contarles de la visita y no tuvieron ningún planteo, incluso algunos vinieron a acompañarnos. Las caras de los chicos cuando ven semejante cantidad de basura es imperdible», comentó.
La recorrida por el espacio dura unas dos horas. Comienza con una charla en la nueva sala, dotada de sanitarios que al momento de la recorrida de este diario lucían impecables. Los visitantes luego recorren los diferentes caminos en subida y bajada que bordean el espacio. Allí pueden observarse los sectores destinados para alojar escombros, otro para troncos que después se convertirán en leña, e incluso uno más pequeño para la creación de fertilizantes orgánicos.
En medio del predio se encuentra el llamado «frente», que no es otra cosa que una montaña de unos 15 metros de altura formada con gran parte de los desechos generados en la ciudad en los últimos tres años.
«Los chicos generalmente se quedan dentro del colectivo, a unos 50 metros de distancia. Desde allí pueden observar cómo los camiones descargan la basura y unos 30 clasificadores comienzan a hurgar dentro de las bolsas, separando botellas de restos de comida, etcétera», dijo Reyes.
Los visitantes se sorprenden con las máquinas que se usan para compactar los residuos y por la cantidad de gaviotas que sobrevuelan el espacio, a pocos metros del suelo.
Es tal la cantidad de aves que, tiempo atrás, se instaló un cañón que a cada hora emite una fuerte explosión con el fin de ahuyentarlas, aunque en la actualidad parecen estar acostumbradas al ruido y permanecen casi impasibles.
El olor en el «frente», está claro, es nauseabundo, también para quienes trabajan allí, quienes aseguran que es extremadamente difícil acostumbrarse.
A pesar de ese ambiente, resulta llamativa la ausencia de roedores, lo cual tiene una explicación.
«Como el piso es inestable y tienen una gran sensibilidad a los movimientos de tierra no se acercan, ya que durante todo el día las máquinas circulan por aquí», explicó Reyes.
Las máquinas son excavadoras que, en lugar de tener cubiertas comunes como las cualquier vehículo, poseen enormes ruedas de acero con varias puntas, lo cual facilita la compactación de los residuos bajo el suelo.

Cómo hacer. Los establecimientos educativos interesados en realizar una visita al relleno sanitario pueden comunicarse al departamento de Saneamiento Ambiental a los teléfonos 455-0976 o 455-4549.

La otra cara: «No nos llamen cirujas»
Si bien los alumnos no se acercan al lugar donde se encuentran los montones de residuos que posteriormente van a ser enterrados, «La Nueva Provincia» pudo dialogar con quienes sobreviven gracias a lo que otros desechan.
Antes de comenzar cualquier conversación, se encargan de aclarar que no quieren ser llamados cirujas. Son clasificadores. Luego confesarán que por muchos años que lleven trabajando en el lugar nunca se acostumbran a los olores, que se modifican según las cargas. Y agregan que ganan un mínimo de 60 pesos diarios y que trabajan unas 9 horas al día.
En el frente del relleno, donde los camiones descargan la basura y las máquinas la van enterrando, el olor es realmente insoportable.
Allí trabajan unas 35 personas divididas en dos turnos, que separan las botellas de plástico, cartones, vidrios y otros elementos que más tarde venderán.
Ni bien se acerca alguno de los camiones, se acomodan para comenzar la descarga. La basura cae y ellos hurgan con sus manos entre las bolsas para clasificar. Al mismo tiempo, las gaviotas se abalanzan sobre la nueva pila de desechos, sobrevolando a muy pocos metros del suelo, casi sobre sus cabezas. Realizar esos trabajos, desde ya, no es para cualquiera.
«Los botines te duran como máximo 15 días porque la basura los come todos, al igual que el resto de la ropa, incluso también provoca algunos efectos en la piel», contó Julio Coronel, a cargo de una cuadrilla que trabaja en el turno noche, desde la 24 a las 9 de la mañana.
La historia de la cooperativa de trabajo encargada de esas labores comenzó a fines de los ’90, cuando aproximadamente unas 350 personas se agolpaban en la puerta del relleno para buscar comida o recolectar cartón.
«Luego de varias protestas, incluido un corte de ruta, el municipio regularizó la situación y desde aquel entonces comenzamos a trabajar formalmente», aportó Daniel García.
Para Reyes, el aporte humano de quienes se desempeñan allí va más allá de una fuente de empleo.
«Son personas que merecen reconocimiento por el fuerte impacto social y medioambiental que generan con su actividad, ya que mediante la clasificación evitan la utilización de unos 2.000 metros cuadrados de suelo por año que se destinarían para enterrar basura», señaló Reyes.
Sin embargo, para ellos, obtener el dinero necesario para sostener a sus familias es suficiente recompensa.
«Recolectamos unos 3.000 kilos al día de material inorgánico», detalló García.
«La gente se va sorprendida porque se imagina un basural a cielo abierto. Y se sorprende porque las calles internas están limpias y por la tecnología que se aplica para la compactación de los residuos. Además, cuando les mostramos el lumbricario que tenemos para la generación de fertilizante orgánico, varios chicos nos piden lombrices», contó Reyes.

El relleno, por debajo
El proceso que se lleva a cabo para poder enterrar la basura empieza con una compactación del suelo, en el cual se coloca un agregado de una arcilla llamada bentonita, que evita la filtración de desechos a las napas.
Luego se agrega una membrana de 2.000 micrones –unos 2 milímetros de espesor–, se coloca una nueva capa de tierra y se asegura que quede una pendiente que volcará los líquidos hacia un desagüe y, posteriormente, a una pileta colectora. Luego serán utilizados para humedecer esa misma tierra con el fin de acelerar el proceso de degradación de los residuos.
«Con respecto a otras ciudades del país diría que estamos bien. Hay mucho para mejorar, pero se avanzó en comparación de otros años», dijo Reyes.

FUENTE:
Sergio Prieta
La Nueva Provincia de B. Blanca (Argentina) 11-06-12