Casitas de madera, calles de tierra y un terreno plagado de residuos patógenos. Esos son los elementos que componen el paisaje de Nuestro Hogar IV, un asentamiento que crece día a día en el extremo sur de la ciudad de Córdoba, a la altura del kilómetro 7,5 de la avenida Vélez Sársfield, y en el que un estudio de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) detectó altos niveles de contaminación con metales pesados.
En el lugar viven más de 150 familias que desde 2007 comenzaron a "urbanizar" el predio que en la década de 1960 funcionó como un basural a cielo abierto, en el que se disponían residuos domiciliarios, industriales y hospitalarios.
El terreno ya fue "loteado", se trazaron calles y fue limpiado –en su superficie– por las familias peruanas, bolivianas, paraguayas y argentinas que allí habitan. Hay 24 manzanas con 24 lotes cada una.
De lejos, el lugar es similar a cualquiera de las tantas villas que están en formación en la ciudad. Sin embargo, sólo con recorrerlo se pueden encontrar todo tipo de elementos altamente peligrosos.
Con el pie se puede remover la capa superficial de tierra para que surjan botellas de vidrio con líquidos en su interior, ampollas con medicamentos, guantes de látex y restos de jeringas, entre otros desechos de origen hospitalario.
El terreno es desparejo: hay lomadas formadas por todo tipo de basura.
Las calles están literalmente plagadas de filosos restos de vidrios, sobre los que caminan a diario las más de 500 personas –hombres, mujeres y niños– que allí viven, y que, según ellos, son conscientes de que el terreno era un basural.
A esas personas no las intimidó la basura ni haber pasado el invierno en casillas de madera con suelo de tierra, sin luz y sin agua. Tampoco lo hacen los resultados de un estudio realizado por la Cátedra de Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC, a pedido del equipo sanitario de la Unidad Primaria de Atención de la Salud 15 (Upas), que funciona en el lugar.
El primer resultado de los análisis de ese estudio, enfocado en esta etapa sobre la presencia de metales pesados, detectó un alto contenido de plomo y cromo en la tierra del lugar.
En los exámenes se tomaron muestras en cuatro lugares diferentes que nunca superaron 1,30 metro de profundidad, y se midió también la presencia de níquel, cadmio y mercurio.
En uno de los puntos de muestreo, los valores de plomo alcanzaron los 710 miligramos por kilogramo de tierra. Los valores admitidos por el decreto 831, que reglamenta la ley de Residuos Peligrosos, son 500 miligramos para áreas residenciales.
En el estudio se realiza una comparación con la normativa del País Vasco, similar a la argentina pero que agrega una nueva categoría: la de suelo para uso de juegos infantiles. Con esa nueva comparación, surge que la presencia de cromo es superior a la admitida en esa categoría: en un chichón de basura se encontraron 147 partículas por millón, cuando lo admitido son 90.

Riesgos latentes. El estudio de la UNC afirma que, si se toma la normativa vasca, el asentamiento está sobre suelos "no limpios" y, por lo tanto, sujetos a "intervención" para su uso.
Además, indica los riesgos por la exposición de los seres humanos a esos metales. Por ejemplo, el plomo es un elemento tóxico de efecto acumulativo que afecta de manera severa al sistema nervioso.
Además, la presencia de plomo en el organismo interfiere con el desarrollo e impide un sano funcionamiento de las actividades cerebrales.
Los niños constituyen el grupo de mayor riesgo, ya que son los más expuestos por el comportamiento mano-boca; porque la fracción absorbida es del 40 por ciento (en los adultos es del 10 por ciento) y porque son los más susceptibles, ya que se encuentran en períodos críticos del desarrollo cerebral.
En tanto, las partículas de cromo pueden ser inhaladas. Y, si se trata del tipo de metal generado por actividades humanas, es altamente cancerígeno.
Punta del iceberg. "Lo peor de todo es que esto es sólo la punta del iceberg", afirmó Carolina Gallardo, miembro del grupo que realizó el estudio encabezado por Santiago Reyna.
"No hay datos concretos sobre lo que se tiraba en el lugar; era un basural que funcionaba sin control", agregó.
El estudio concluye que los resultados indicaron la posible existencia de residuos peligrosos. Además, recomienda que se realice un proceso de remediación ambiental si se desea un uso residencial del terreno.

Siguen de cerca las enfermedades
En la Unidad Primaria de Atención de la Salud 15 (Upas 15), siguen de cerca la evolución de las enfermedades en el sector del ex basural, donde también está el barrio Nuestro Hogar III, contiguo a la zona afectada.
Además, gracias al personal que trabaja allí se realizaron los estudios que detectaron la presencia de metales pesados.
Ana Morillo y Nora Ávila, trabajadoras del Upas, recordaron que el basural funcionó entre 1958 y 1971 y que luego de que se cerrara no se realizó ningún tipo de remediación ambiental.
Desde el dispensario, trabajaron con las demás instituciones del barrio, como la iglesia y el centro vecinal, para que la Municipalidad, en una primera instancia, cerrara el predio del basural. Eso no ocurrió, comenzaron a llegar personas para asentarse en el lugar y entonces se trabajó en concientizarlos sobre los riesgos que acarrea vivir sobre el basural.
"Se les dijo que ese lugar no era habitable, pero no hicieron caso. El problema ahora es que están decididos a quedarse sobre el basural", comentó Ana Morillo. La mujer remarcó que la intención del grupo no es el desalojo. "Ellos piensan que los queremos expulsar, cuando lo que queremos es que estén seguros", agregó Morillo.
Como alternativa, trabajan en cómo se pueden paliar los efectos de los elementos enterrados. Para ello, cuentan con el apoyo del Instituto de Investigación de la Vivienda de la Facultad de Arquitectura de la UNC. "Y seguimos la evolución de las enfermedades", intervino Ávila. En ese sentido, indicó que en la zona son frecuentes los casos de alergias respiratorias y que en los últimos años se registró más de una decena de abortos recurrentes.
No obstante, aclararon que todavía no hay estudios que den certeza sobre la relación entre esos casos y el basural.

Cómo se pobló la zona del basural
Para entender cómo es posible que se pueble un sector que tiene un basural con todo tipo de residuos, hay que conocer la historia de Nuestro Hogar III, que rodea a Nuestro Hogar IV. Según recuerda Ana Morillo, trabajadora social de la Upas 15, en 1997 una cooperativa comenzó a vender el loteo, que no estaba dentro de los suelos municipales. La zona era considerada rural.
En 1999, una vez que ya había 200 familias viviendo en el sector, la Municipalidad cambió la norma de uso de suelo, categorizándola como urbana. Eso permitió el acceso a servicios básicos, como agua potable y electricidad.
El municipio inició acciones legales contra la cooperativa. Pero del basural nadie se acordó.

Ficha del Estudio
Ejecutores. Santiago Reyna, Carolina Gallardo, Raquel Murialdo, Hugo Pesci y Adolfo González. Cátedra de Ingeniería Ambiental-Maestría en Ciencias de la Ingeniería, Mención Ambiente. Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Universidad Nacional de Córdoba.

Lo que se detectó. Presencia de plomo y cromo en la tierra de los predios del ex basural, superando en el primero de los casos lo permitido por la ley de Residuos Peligrosos.

Trabajo comunitario como base
Primero con temor y luego con amabilidad, un grupo de mujeres residentes del asentamiento afirmaron que conocen que están viviendo sobre un basural, "Nos lo han dicho varias personas, pero nos arriesgamos", afirmó una de las mujeres, originaria de Cusco, Perú.
"Hacemos como hacían los incas, el ayni: los hombres se juntan los domingos y trabajamos para mejorar el lugar", agregó. El ayni era un sistema de trabajo de reciprocidad familiar, basado en el "hoy por ti, mañana por mí".
"Estamos trabajando, hemos contratado contenedores y estamos tratando de sacar el vidrio", comentó otra de las mujeres. "Hacemos las calles, contratando máquinas con nuestro dinero, porque lo necesitamos y somos conscientes del riesgo, pero no nos queda otra", manifestó.
"Yo vivo con mi tres niños y no se me enferman. Otras enfermedades como ronchas y manchas no hay; no hemos tenido problemas hasta el momento", relató. No obstante, reclamaron algún tipo de ayuda, sobre todo para obtener el agua potable y la energía eléctrica.

Curar la Pacha. En algunas de las tantas reuniones comunitarias, se planteó que ellos están ahí para curar la Pacha (la Tierra) de los daños que le causó la basura.

La Voz del Interior (Argentina) 06-09-09